La obra de los poetas no se puede entender sin conocer sus raíces, vivencias, amores, temores y anhelos que le marcan y conducen a caminos, a veces, tremendamente inesperados.
Javier, de familia noble, nunca tuvo de cerca la necesidad o la pobreza. Nacido en Melilla —entonces provincia de Málaga— a donde su padre, un oficial militar, fue destinado por diferencias con el pequeño Generalísimo. Restablecida la piedad del “Salvador”, fijaría su residencia en Castelló, en el regimiento de infantería Tetuán 14, en donde esforzados y valerosos soldados, como Alberto Giménez, Luís Rubio, Santiago Mollar, Álvaro Sansano, Pascual Sanahuja, Vicente Miravet y tantos otros, conocieron en la década de 1960 las bondades del buen comandante Javier Méndez de Vigo y Rodríguez de Toro. El nuevo destino fue un alivio para el dinámico niño Javier de 9 años. Su madre, piadosa mujer católica, entregó sus estudios a los escolapios. Allí, entre cruces y sórdidas sotanas, marcarían el devenir de cierto anticlericalismo, aunque de simpatías con los postulados cristianos, reflejo de sus pensamientos libres del lector bíblico. En su talentosa juventud se licenció y doctoró en filosofía bajo la dirección de la aclamada catedrática Adela Cortina, en la universidad de Valencia. Su temprano compromiso en la lucha antifranquista, su caminar por los antiguos cielos soviéticos, sus correrías de buenas piernas en busca de un refugio salvador ante el severo ocaso de la policía franquista “los grises”, también influyeron en su carácter de violines destemplados, de dureza de palabra a la hora de encarar los acontecimientos cotidianos en el que solo existe un escape, la lucha ideológica como modelo de transformación social.
Esta segunda obra poemario fue presentada y aromada en la “sala de la Volta del Palau”, por la joven alcaldesa Carla Nebot, exalumna del reputado profesor. Sus noches tabernarias en recuerdo de felices publicaciones en la revista digital betxinense “La taberna”, es todo un manantial poético, sensitivo y consciente inspirado en sus complejas vivencias existenciales que le persiguen sin pausa y sin cesar. Sus poemas de exaltados desvelos de brillantez, de formas de enorme carga sentimental, su sed de amor, la política, la justicia social, la barbarie de los tiranos de la guerra, son gritos desesperados, de plenos sentimientos. En el apartado de preguntas, la alcaldesa le sugirió si en sucesivas obras podríamos ver una poesía más reluciente de esperanzas de cierto cariño hacia un futuro más amable, pero el profesor, extasiado con el corazón volante, embriagado con la felicidad del momento ante el orgullo de que una de sus alumnas llegara a presidir tan alto trono, solo tenía ojos de admiración. Abrumado de emociones como un niño en Día de Reyes, que de aflorar sus lágrimas invisibles hubieran regado varias macetas de rosales, no pudo dar respuesta. Pero en la mente privilegiada del filósofo sabe que la tierra gira prisionera del astro rey y aunque a conveniencia los colores vemos, los sentimientos, espadas y fusiles van en la misma dirección: “el poderoso caballero… Don Dinero”. Admirador del genial Goya, de sus pinturas de fuertes y dramática plasticidad de los fusilamientos de las tropas napoleónicas a los guerrilleros españoles, sus figuras fantasmagóricas de cielos tenebrosos no le ayudan a ahuyentar sus atribuladas espinas a clavar sus pupilas en tranquilo mirar a una serena y radiante luna llena del acento en tranquilas sensaciones. El poeta no puede ser optimista, se siente solo porque el gran jardín está enfermo, se ve maltrecho y derrotado como Espartaco en su fallida libertad, parece estar reñido con el mundo, como Aznar en perpetuo cabreo con aquella España que le abandonó por sus visitas al belicoso rancho tejano de Bush.
Javier no es un poeta que se caracteriza por satirizar los asuntos humanos desde sus experiencias como lo hacía la sátira del inigualable Quevedo, en donde hay intención moral y una sátira cómica en tonos desenfadados cuyos rasgos eran reprender mediante la corrección de la conducta de los vicios a base de ingenio y humor muy profundos. O como la poesía de nuestro poeta Santiago Mollar, de entretenimiento y de ilustración de temas trascendentes en la manera de enfocar las problemáticas sociales con apego a la pedagogía en tonos serios que abarcan variedad de asuntos a base de chispazos de ingenio. Javier es de tonos exaltados, desahoga su rabia en atrevidas imágenes llenas de metáforas claras y sencillas, de gran carga sentimental, fruto de un extremado humanismo interior. No le gusta el dañino ruido silencioso, es un poeta de alta voz, de desafiantes inquietudes, de condenas, sin contemplaciones. Es poesía atormentada en su conciencia de tantas desventuras que el destino en graves emboscadas le asestó. Sus desengaños y, la desconfianza en soluciones, le desfilan en sus sentidos atribulados expresados con gran coherencia interior, con esa poesía de dulce romanticismo en las formas, pero de gran pasión en el fondo que el poeta expresa con imágenes provocadoras diestramente utilizadas.
Sus fallidos amores son lagrimones chamuscados de fuego desde oscuras mazmorras atado a fuertes cadenas. Sus nostalgias amorosas no acaban de cicatrizar en su sentimentalismo desbordado, pues no encuentra el sosiego y la quietud de la medida. El tono emocionado y transparente de sus versos en buen tono lírico nos muestra un mundo idealizado de bellas estrofas, de desnudez, de pensamientos, de reflexiones muy personales, llenos de un lirismo conmovedor.
Amante del buen tapeo de jamón y queso curado de oveja, con la dulce y aromática Heineken, donde empieza su inspiración poética contenida en su obra, pero es en las noches tabernarias borrascosas donde explota la locura de su poesía comprometida que nos envuelve con su mente fructífera en bellos sueños de exaltados deseos del perfume que no viene y que encierra un amoroso proceder de vivos sentimientos.
Su “paloma herida” es un bello canto ante la irracionalidad de las mafias que enseñan sus verdades en los mares, escuelas y hospitales y como duras rocas atacan los dulces nidos rientes hacia un delirante jardín de los horrores. Sus bellas imágenes de gritos, de amores, de sonrisas y besos sin luces son versos de ritmo apasionado a la inefable gloria del amor, en robustas estrofas que son rugidos de olas que entonas como dulce coro en busca de un beso amante, son llantos sin consuelo de un alma que vaga triste de recuerdos. El poeta, en su madurez, está atravesando una etapa de rica creatividad. Su poesía ya trasciende el ámbito local, avalada por las críticas editoriales que le invitan a seguir con nuevas ensoñaciones poéticas. Esperamos con atención las nuevas recreaciones de tan singular poeta betxinense como apreciado profesor.
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