España era conocida como las Hispanias con sus distintos reinos, aunque por medio de matrimonios y alianzas se va constituyendo un Estado. El problema siempre ha sido en saber insertar las distintas partes que constituyen la Península Ibérica, pero dicho problema ha llevado a determinados conflictos entre el nacionalismo periférico y el nacionalismo español. Conflicto que ha llevado a enfrentamientos civiles y guerras (que ya Goya expresó en un excelente cuadro). Uno de esos conflictos fue la Guerra de Sucesión, que supuso la instauración de la Monarquía borbónica. No podemos olvidar que los Borbones (casa real francesa) provenían de un Estado centralista —que es lo que intentan imponer desde los comienzos en España. Por eso el primer paso fue acabar con los “derechos” de los vencidos. La construcción de esa España borbónica sienta sus bases en la “represión” nacional de Cataluña y de Valencia.
La reivindicación nacional – tanto de Cataluña, como del País Valenciano —nunca ha dejado de existir. Reivindicación que va unida al problema de Euskadi – y ya en el siglo XX de Galicia. Hay una dialéctica entre el nacionalismo periférico y el nacionalismo español. La cuestión es que en todos los momentos históricos (que desde el siglo XVIII) en que el nacionalismo periférico ha planteado la recuperación de derechos para insertarse en España, siempre ha recibido como respuesta la “cerrazón” de un nacionalismo español (¿castellano?) que arremete contra la periferia.
¿Nacionalismo Español?
Los que defienden España eterna (Gustavo Bueno/ Santiago Abascal) reniegan del liberalismo. No olvidar que una de las principales consignas de Abascal es la de “Covadonga antes que Cádiz”. Frente al Estado —Nación (que pretendía la burguesía en la Constitución de 1812) lo que importa es la Reconquista. Y por supuesto la monarquía católica de los Reyes Católicos. Reyes que además permiten constituir el Imperio, con el descubrimiento de las Américas. Pero esta España rompe con la historia, ya que se convierte en Espada del catolicismo, lo que le hace convertirse también en “frontera” Y para reivindicar esto nos remiten a la Hispania romana.
Todo el debate filosófico/política para defender esta tesis —que recoge VOX— pasa por defender el catolicismo de España. Pero lo dicho supone elegir un bando y olvidarse de la situación real de la península Ibérica en la época de los Reyes católicos.
El descubrimiento de América supone el “encuentro” con el Otro —el Indio. Este descubrimiento lleva a un conflicto que supuso un importante debate que se desarrolla en Castilla en Salamanca. Debate que según Enrique Dussel supuso el primer enfrentamiento y la primera crítica a la Modernidad naciente. Modernidad que nace con el descubrimiento y con dicho debate y no con el cogito cartesiano. Frente a dicho cogito (que según Heidegger sale de una crítica a la escolástica española, en particular a las Disputaciones de Francisco Suaréz) aparece el ego conquistare que es lo que supuso el encuentro con el Otro. El debate llevado a cabo en contra de Sepúlveda (que defendía las tesis de los explotadores) Batorlomé de las Casas escribe el Tratado sobre los indios que se han hecho esclavos. Y como nos dice Dussel con dicho texto, “estamos en el “comienzo del comienzo” de la Modernidad. Las referencias son “extra” europeo latinas. Nada hay que justifique la guerra, la conquista de las Indias occidentales, que serán las primeras “colonias europeas”, sobre las que cifrará la acumulación paulatina del capital, de estructuras de una hegemonía todavía regional…. Se trata de una crítica que argumentaba con una novedosa estrategia en filosofía política, consiste en la primera crítica en el momento mismo de gestarse en el sistema mundo (origen del proceso hoy denominado globalización), crítica de la violencia como movimiento originario en la implantación del nuevo sistema” [Enrique Dussel, Política de la liberación, Editorial Trotta 2007, pg., 200].
Por otra parte, en su construcción de su filosofía política, Gustavo Bueno elige un Ego distinto a este, pero al mismo tiempo diferenciado de la realidad de aquella época. Se elige el Ego católico, un ego que trasciende la realidad y que explica la esencia de lo que se quiere para España. Ya el título de su obra (España contra Europa). Según Gustavo Bueno España es la “frontera” que separa Europa del Islam; pero al mismo tiempo, al ser la “Espada” del Vaticano, se constituye frente al luteranismo y frente al calvinismo. Lo que viene de Europa “no conviene” a una España (Castilla) católica. Volveré en un próximo artículo sobre esto (ya que esta es la filosofía /ideología que mama VOX), además no podemos olvidar que Abascal se suma a estas tesis trabajando don el filósofo en la Fundación DANAES.
Por último, decir que la realidad española es muy distinta a lo que nos dicen estos “castellanos viejos”. Toda la literatura de aquella época y posterior está recorrida por otro ego muy distinto, tan solo hay que leer obras como la Celestina o incluso el mismo Cervantes. Todo el Siglo de Oro está recorrido por el pensamiento tornadizo. Existe el ego converso o el de los “marranos” como Spinoza. Me estoy refiriendo al ego converso que recorrió toda la Península y que nos deja una historia multicultural (cosa que niega ese ego católico). Pero ese ego católico también negará lo que supuso el erasmismo y/o el humanismo. Hay que tener en cuenta de que el pensamiento hispano es complejo y donde se debate el futuro, que el nuevo nacionalcatolicismo niega. Como bien afirma Perez Herranz “El combate entre conciencias, por lo tanto, no es una teoría, es la estructura misma del pueblo, irreductible a una mayoría o minoría. ¿Una población pura o mixta? ¿Linda o tornadiza? Esta es una cuestión central para la configuración del Sujeto en el mundo hispano frente al Sujeto europeo, que comienza a gestarse con Duns Escoto y que cristalizará con Descartes. Podría definirse el famoso cogito ergo sum como el Sujeto absoluto que absorbe todos los restos” [Fernando Miguel Pérez Herranz, Lindos y tornadizos. El pensamiento filosófico hispano (siglos XV-XVII, Editorial Verbum 2016 Madrid pg.,169]
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