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POLÍTICA
Mirada desde la periferia

Hacia una Europa

Recuperando el negacionismo hacia el Golpe de Estado franquista y su posterior Dictadura. “FORTALEZA”

Javier Méndez-Vigo HErnández

5 de setembre de 2024, a les 7:00:00

“¡Algunas feministas que rechazan al macho ibérico lo van a cambiar por el macho magrebí!” [Santiago Abascal]


El  “cordón sanitario” contra la Ultraderecha se ha diluido en toda Europa. Incluso en un país como Finlandia, la ultraderecha ha ocupado cuatro ministerios. En el Estado que fue uno de los primeros en romper dicho cordón (Andalucía) el pacto PP/VOX  ha llegado al gobierno de ciertas autonomías. Y en todas ellas han asumido la tesis del “fundamentalismo cristiano de Norteamérica: “Fe, familia, Libertad”. Pero la Libertad la separan de la Igualdad y de la Solidaridad, tal como se implantó en la Comunidad de Madrid (“la libertad de las cañas”) durante el Covid 19. Libertad que se conectó con la Gerontofobia (la aversión o desprecio de los ancianos). Pacto PP/VOX que ha significado la resurrección del tardofranquismo que se está concretando en leyes como la Ley de la Concordia , que no es otra cosa que la derogación de la Ley de Memoria Histórica.


La “guerra cultural” dentro de la derecha española la ha vuelto a ganar la ultraderecha neopatriótica y posfascista. En un artículo publicado en  El País (8 de agosto de 2023), Cristina Monge refiriéndose al Gobierno de Aragón, nos dice: “Al habitual neoliberalismo que encierran sus acuerdos…, le han sumado una vuelta al imaginario más reaccionario de Aragón tardofranquista, cuando el mundo rural era considerado, desde el paternalismo capitalista, una especie de población indígena a la que prometer agua para regadíos carentes de rentabilidad, sin modelo de desarrollo ni alternativa alguna”. Pero no se quedaron aquí, sino que en Aragón (donde la guerra civil fue especialmente dura y donde existen más de 10.000 aragoneses asesinados) se acordó derogar la Ley de Memoria Histórica. Por otro lado, la Gerontofobia aplicada en cierta autonomía signficó tratar a los ancianos como infrahumanos, negándoles la dignidad humana y el “derecho a morir dignamente”.


El programa de esta ultraderecha neopatriótica no se ha quedado ahí. El otro eje (tanto interno como externo) ha sido su Agenda Antifeminista que ha conllevado recortes (totalmente apoyados por sus socios) de derechos, al negar la “violencia machista” y sustituirla por la “violencia intrafamiliar”, lo que ha llevado como consecuencia el negar subvenciones a los “chiringuitos” y a terminar con los “puntos violetas”.


Esta ultraderecha intenta crear una nueva Internacional reaccionaria; VOX introduce el concepto de Iberosfera para unir la Ultraderecha a ambos lados del Atlántico. La guerra cultural viene de lejos, particularmente desde la década de 1970 con las tesis del filósofo francés De Benoist que llevó a cabo una “lectura derechizada” del filósofo Antonio Gramsci. Por su parte, VOX ha recurrido a los filósofos españoles como Donoso Cortés, Menéndez Pelayo o el ínclito Ramiro de Maeztu para recuperar el término de Hispanidad.


La ultraderecha se ha transformado en nacionalista y neopatriótica, lo que le lleva a una concepción de Europa muy lejana de la unidad y de cualquier proyecto político plenamente democrático. Se quiere volver a cierto nacionalismo que prime el interés de las distintas élites estatales. ¿Qué Europa se propugna? ¿Dicha Europa podrá ser compatible con la defensa de los derechos humanos?


En primer lugar, ha que ver cuál es la concepción de Libertad  que se defiende. Si nos remitimos a los años del Covid 19 nos encontramos con una libertad individualista muy separada de la igualdad y contraria a cualquier tipo de fraternidad; lo que se defendía ya lo vimos (la libertad de las cañas). Lo que importa es la libertad individual, aunque para ello nos olvidemos de las personas vulnerables. Y esto va ligado a la defensa del Estado blanco y puramente étnico. Es una libertad interna en la que se niega a personas vulnerables. Lo que se defiende es la Europa blanca y cristiana y esto supone cerrar fronteras y criminalizar al  emigrante, sobre todo si viene del sur. Otra cosa muy distinta es aquel que viene del norte y que encima es cristiano. Pero esto no viene de ahora, sino que viene desde la derrota del estalinismo y todo aquello que significó la destrucción de un Estado multicultural como la Yugoslavia  de la década de los 90. Es sintomático que el siglo XX comenzó con las “guerras balcánicas” que supusieron la desaparición del Imperio Otomano, y que este mismo siglo terminara también con  las “guerras balcánicas” provocada por la burocracia estalinista e incitada por Occidente. Unas guerras que nos trajeron el fantasma del nacional-bolchevismo (alianza del estalinismo y del fascismo —tanto ustacha como cheknits).


A partir de lo dicho y de los atentados del 11S la política cambia y al mismo tiempo Occidente necesita otro  “enemigo” al desaparecer el bloque soviético. Es el momento de la “guerra de civilizaciones” y el cambio de lenguaje por parte de las élites occidentales y comienzan a aparecer las leyes de extranjería que lo que en el fondo hacen es criminalizar la inmigración. Aparecen dos tipos de xenofobias: por un lado, la xenofobia institucional que es anónima y blanda y a veces invisible, y, por otro lado, una xenofobia política que supone “una degradación de la seguridad jurídica y policial con el único objetivo de expulsar al emigrante” (Miguel Urban). Es lo que supone los Acuerdos de Schengen mediante los cuales Europa comenzó a blindar sus fronteras exteriores y culminaron con la creación de una policía de fronteras (FRONTEX). Este acuerdo ha supuesto la externalización de las fronteras y lleva camino de convertir a Europa en una fortaleza. Todo esto se está radicalizando con el triunfo de la ultraderecha en determinados países como Hungría donde en el momento de la “crisis de los refugiados” (de la guerra de Siria se decidió levantar muros). Pero no olvidemos que uno de los primeros sitios donde sucedió esto fue en Melilla y Ceuta con el levantamiento de un muro de concertinas. Mediante todo esto se intenta “regular” el flujo migratorio. 


Es sintomático que dicha “regulación” no tiene otro objetivo que la devolución o bien la implementación de lo que ya se proponía en la Constitución (que fue rechazada) nos estamos refiriendo a los centros de internamiento o  campamentos en países terceros, donde se invisibiliza al inmigrante (lo que se conoce como hospost que es el eslabón más débil en la gestión de la migración. Veamos lo que nos dice Miguel Urban: “En el Estado español, una infracción administrativa como no contar con documentación de residencia acorde con la normativa vigente puede dar lugar al encierro en un Centro de Internamiento de Extranjeros. Lo que para muchas personas no conllevaría  más que a una falta administrativa menor, para otras abre la puerta a una violación fundamental de sus derechos más elementales y a la privación de la libertad durante decenas de días”.


Aunque no trataré el tema, hay que decir que toda esta política se ha ido radicalizando a partir de 2008 y de la crisis del Covid 19. De donde se sale con una crisis sistémica que está permitiendo la implantación de un neoliberalismo autoritario que es el que propugna la ultraderecha. Así, la política migratoria ya tiene un enemigo: el Islam, que lleva a la criminalización de dicho inmigrante con una cultura distinta a la cristiana y que lleva a distinguir distintos tipos de inmigración, distinguiendo entre “deseables” e “indeseables”. Pero las políticas migratorias no pueden desconectarse de hacia donde van las políticas de bloques y, por tanto, hacia donde camina el capitalismo del siglo XXI en su ambición por “apropiarse” (lo que algunos economistas llama acumulación por desposesión) de la mayor parte de los recursos del planeta… Para terminar creo que había que volver a leer y comprender el concepto de militarismo desarrollado por Rosa Luxemburgo poco antes de ser asesinada por el ala derecha de la socialdemocracia alemana.

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