El traslado del ayuntamiento al Palacio ha sido todo un alivio para el funcionariado, que parecía enjaulado en un triste palomar oprimiendo sus prestaciones, compartiendo mesa y mantel —y a veces hasta la silla— en estancias grises, sin el aire sereno de la intimidad, en donde los dimes y diretes —que puntualmente son relajantes en toda jornada laboral— eran compartidos y todo de todos afluía.
La nueva sede consistorial es un bálsamo reparador en una mansión plácida y espaciosa que derrama luz como rayos de cristal y les enriquece la jornada de un dulce sosiego al moverse con leales alegrías por las excelsas instalaciones, prodigando sus atenciones de un generoso servicio ciudadano. La llegada de un nuevo jefe administrativo, un joven secretario vallisoletano, Gonzalo Jorge Requejo, con alegre faz bondadosa de niño bueno, también ha contribuido a un renovado espíritu de profesionalidad, con ese aval generoso que brinda su sonrisa acogedora, toda una ofrenda floral al Cristo de la Piedad, que a todos sus funcionarios acoge y les infunde su vitalidad a la máxima eficiencia en el cumplimiento de sus importantes obligaciones.
Sus animosos andares hacia las cercanas cafeterías en busca del gratificante alimento mañanero resulta conmovedor. Nos recuerda un bello y encantador jardín andante poblado de graciosas y lindas mariposas de vistosos colores. Cuando algunos desatados ciudadanos turban la suave paz palaciega, exigiendo lo que el Ayuntamiento no les puede dar, encabritándose y bramando sin otra razón que su mala educación, aparece el Superman del palacio, un majestuoso funcionario jefe de la diplomacia municipal, Ximo Gumbau, curtido en 1000 batallas que como un magistral maestro de la tauromaquia, los amansa con sus pases llenos de la templanza que da el mando en su oficio.
La aparición de vecinos con clarines de guerra, que dan botes de fieras ante los altos impuestos municipales, con señorial calma, calma sus excesos mordedores y les hace ver el clarín de la razón. A los abrumados de hipotecas —confusos y aturdidos— que van por el camino, acuden en busca de gracias personales, como si la casa de todos fuera cargada de riquezas, a esos apenas puede calmarlos. Aun así, con honda ternura les abraza y les aconseja confiar en la Providencia y… les obsequia con un par de frascos de aspirinas. Para todos tiene un suave encaje, sus sentimientos de claros destellos a mañanas frescas, en un ambiente de pureza, expulsa toda idea ciudadana de batalla.
Si uno largamente estudia el personaje, todo es grandioso y sorprendente. Los problemas, al pasar por sus manos, se transforman en una dulce quietud. Su constancia y pasión de eterno enamorado, renovada en su nuevo hogar, es toda pura llama de insaciable servicio a la causa pública. Su sonrisa de mágicas virtudes es una halagadora música que no para de sonar. Su total control de la armonía la eleva a una consideración musical en la que todos sus componentes son músicos comprometidos.
Los políticos, en cuya frente se adivina el miedo, saben que es una estrella rutilante para los ciudadanos; su incorporación a la política los privaría de desfiles soberanos, de honores y de sus brillantes sueños, de relajantes sombras palaciegas. El pueblo le adora como un héroe protector, sus cerca de 6000 amigos cariñosos son un ejército invencible para saltar el castillo y colocar las cuatro banderas en lo más alto de la torre. Si razonamos en un sentido amplio, debemos preguntarnos cómo es posible que este funcionario, siempre en compacto movimiento con sus pasos dulcemente briosos como las aguas de los ríos ansiosas por arribar al mar, pueda estar en varios sitios a la vez al mismo tiempo, y no llegar jamás ni tarde ni pronto, sino cuando se lo propone. Y aún tiene tiempo y espacio para renovar sus lazos de amor matrimoniales, visitando los bellos, estrechos y tortuosos fiordos de Noruega. Los días de caza llena su amplio zurrón de tordos con pocos disparos, con las mejillas encendidas celebra los gloriosos goles del Madrid, y los jueves mañaneros trata con delicado esmero y cariño sus afamadas longanizas, como lo hacían los buenos galanes con las pudorosas vírgenes antiguas en su noche de bodas.
¿De dónde le vienen estas fortalezas llenas de gracias propias de los antiguos héroes legendarios? El libro bíblico de los jueces nos cuenta que el judío Sansón debía su fuerza a sus largos cabellos, gracia dada por su dios Jehová; el poderoso Hércules, el héroe tebano, de su padre, el dios Zeus; y los legendarios galos de la tribu de Asterix y Obélix, obtenían sus descomunales dones de una poción mágica de su venerado druida Panoramix.
No debemos olvidar que nuestro héroe fue un precioso niño de carita rosada que vino al mundo precedido de un insondable misterio. Su graciosa manita era portadora de una amorosa estampita del Cristo de la Piedad, como si fuera un embajador de los cielos. A su debido tiempo, en una noche de suave brisa refrescante, alguna serenidad astral venida de lo infinito, alumbraría su lúcida mente de una visión encantada, el secreto de una receta mágica, sabiamente cocinada a dosis pertinentes de los sabrosos embutidos de butifarras y longanizas —de la aclamada carnicería Ca la Tía Rosa— que le aportarían esos poderes colosales llenos de ese amor consistorial de besos constantes a los betxinenses.
También sabemos que duerme poco. Cuando la noche azulada y radiante cae y aparece el pueblo dormido, los amigos de las luces misteriosas que pululan por los cielos, creen ver a través del oculto ficus de la avenida 1º de Mayo, un torbellino alargado de áurea brillante, elevarse en seguro vuelo, vigilar el sueño tranquilo y sereno de la villa como si fuera un ángel custodio.
Aunque muchos años está de servicio, no da señales de fatiga y esperamos que, como los grandes toreros, morir quiera lentamente en la plaza y cuando tenga la edad del patriarca bíblico Matusalén le venga la hora de partida. Deseamos que la piedad de los cielos no olviden su graciosa dulzura, la fragancia de sus senderos es luminoso de gratos rosales, y le iluminen el camino hacia un nuevo destino más reposado allá en la lejanía del universo eterno y misterioso y tengan en cuenta su fantástico trabajo y el sentido cariño de todos los betxinenses.
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