El artículo 2 de la Constitución española afirma que “la Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles…” Queda claro quién ganó el debate constitucional; ya que como en la 2 República, el conflicto en la transición se volvía a dar entre el federalismo representado por la izquierda y por unitarismo representado por la derecha (UCD) y el conservadurismo (AP de D. Manuel Fraga). La correlación de fuerzas fue muy distinta a la que se dio en el Portugal de la “Revolución de los Claveles”. Situación que permitiría la celebración del VI Congreso de las JJSS, celebrado en Lisboa y su “giro anticapitalista”. Por otra parte, la derecha conservadora consiguió que se aprobara el Título VIII que “prohibía expresamente” la posible federación de Autonomías, Con todo lo dicho la posibilidad del federalismo e incluso de un posible “derecho de autodeterminación” volvía al cubo de la basura y frente a esto lo que quedaba era el “café para todos”.
Triunfan las tesis de la derecha, por tanto, de la burguesía. Esa burguesía que siempre estuvo (sobre todo a partir de la restauración absolutista) en Alianza con las clases del Antiguo Régimen y en particular con el clero católico. Dicha Alianza les lleva a defender una nación esencialista que en la práctica no es otra cosa que defender el Reino de Castilla y su posterior imperio. Defendiendo esto como la España eterna que recoge el legado de la Hispania romana y que supuso ser la Espada del Vaticano, por consiguiente, del catolicismo y mientras tanto, la Corona de Aragón elegía otros derroteros de los que España prefiere no acordarse.
La burguesía española tuvo un momento en el que dar un paso adelante, que no fue otra cosa que el Pacto conseguido en la Constitución de 1812 frente a las tropas de Napoleón, Constitución basado en la ciudadanía y que hablaba de las Españas (refiriéndose a las todavía colonias españolas. Sin embargo, “desde las Cortes de Cádiz el nacionalismo español se identificó con la construcción de un Estado unitario, de tal forma que los liberales hicieron de su proyecto político la explicación retroactiva de todo pasado peninsular, De este modo, el nacionalismo liberal hizo del Estado el fetiche a partir del cual se sustantivó España como nación” [Juan Sisinio Pérez].
Es precisamente la Constitución de 1812 la primera vez que se habla de la nación española, pero no olvidar que todavía se entendía de distinta forma a la que entendemos hoy. En aquel momento la nación española abarcaba o se refería a todos los españoles de ambos hemisferios. Fue un primer Pacto social. Ahora bien, todo esto cambió a partir de la vuelta del absolutismo y sobre todo a raíz del fracaso de la Revolución de 1868.
Ya en el Siglo XX nos encontramos con el intento de la 2 República que en su artículo 11 de su Constitución nos decía que “si una o varias provincias limítrofes, con las características históricas, culturales y económicas comunes, acordarán organizarse en región autónoma para formar un núcleo político-administrativo, dentro del Estado español, presentarían su Estatuto con arreglo a lo establecido en el artículo 12”. Pero el proyecto republicano acabaría yéndose al traste por culpa del golpe fascista a un régimen legal y legítimo. Luego vendría la larga noche franquista.
La derecha española siempre ha tenido nostalgia del catolicismo y de lo que significó el Imperio Castellana frente a los herejes (luteranos o musulmanes). Castilla/España siempre fue la vanguardia católica. Y esto es lo que se pretende recuperar. Pero para esto hay que reescribir la historia. Dicha tesis conlleva otra cuestión: el rechazo del federalismo y la defensa de un Estado Unitario.
De aquí que esa misma derecha ha necesitado llevar a cabo una “guerra cultural”. Y como no para esta situación que mejor que buscar a los “conversos” se llamen Jiménez de los Santos, Pio Moa o Gustavo Bueno. Comenzado por el filósofo, en principio cercano al PCE, más tarde al PP por último amigo y compañero de Santiago Abascal (con el que estuvo dirigiendo la fundación DENAES) que termina por dejarnos la biblia de este nacionalismo español autoritario (España contra Europa). Refiriéndonos al locutor decir simplemente que abandona el PCE por defender la unidad española. Pero el caso más fragrante es el de PIO MOA, antiguo fundador del GRAPO (grupo terrorista de la década de los 70) que reescribe por completo la historia de la Guerra Civil dando razón al franquismo y acusando a la izquierda de golpista y de no democrática. Por supuesto todo esto olvidándose del “contexto internacional” de aquella época que no era otro que el del auge del fascismo y del nazismo. Todo eso hace que la derecha actual y la extrema derecha española se haya convertido en “negacionista”. Pero sobre esta situación volveremos en próximos capítulos.
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